En este espacio se abre un mirador único para contemplar la ribera del Júcar y la silueta del barrio de San Antón, una suerte de versión conquense del Albaicín con casas encaladas cosidas a la montaña, y de la iglesia de la Virgen de la Luz. El austero exterior de este templo contrasta con un interior que se considera obra cumbre del rococó religioso. Cerca de un gallardo puente que enmarca la iglesia, nacen varios bucólicos caminos y sendas paralelos al río entre árboles y rocas. Si se sigue uno de ellos se llega a la entrañable Ermita de las Angustias, pequeño templo del siglo siglo XVIII y foco de devoción de los conquenses. Por un camino zigzagueante excavado en la montaña el viajero arribará de nueva a la Plaza Mayor.
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