El río Huécar, afluente del Júcar, formó hace millones de años la Hoz a la que da nombre, debido a la acción erosiva de sus aguas sobre la piedra caliza. Dos impresionantes paredes rocosas se levantan a ambos lados del curso fluvial. Desde lo alto de las mismas se asoman numerosos edificios que forman parte del Casco Antiguo, en contraste con las numerosas huertas que todavía permanecen en uso junto al rio.
Con el fin de salvar el gran desnivel existente y unir el convento de San Pablo, ubicado en la margen izquierda del río, y la ciudad, ubicada en la parte derecha, se construyó en el siglo XVI el puente de San Pablo, originalmente de piedra. Tras su derrumbe se alzó en el año 1902 el puente que hoy podemos contemplar. Se trata de una impresionante estructura de hierro y madera, de unos 100 metros de largo y unos 60 de flecha.
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